Hay un dicho o refrán que reza: "Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras". Siempre he creído que dice una gran verdad y casi siempre lo he tenido en cuenta (estando borracho no, pero...) en los distintos aspectos de mi vida. Sin embargo, me doy cuenta de que hay una parte que falta: las consecuencias de nuestros silencios.
El miedo a la esclavitud a coartado mis ganas, mis ansias, de decir lo que pienso, de decir lo que siento, de pronunciar palabras cuyas consecuencias puede no ser las deseadas. Sin embargo, guardar esas palabras nunca dichas y darle vueltas al "y si..." me atormenta cada día más. Si bien en el plano de las opiniones y de las acciones mis silencios son adecuados, incluso menos de los que a veces debería, en el plano de los sentimientos no es así. Soy un cobarde sentimental refugiado tras una máscara construida a lo largo de años. ¡Basta ya! No quiero usar más esta máscara, pesa demasiado. A ver si puedo ir quitándolo capas hasta llegar a mi verdadero ser e ir diciendo esas palabras hasta ahora nunca dichas.
El miedo a la esclavitud a coartado mis ganas, mis ansias, de decir lo que pienso, de decir lo que siento, de pronunciar palabras cuyas consecuencias puede no ser las deseadas. Sin embargo, guardar esas palabras nunca dichas y darle vueltas al "y si..." me atormenta cada día más. Si bien en el plano de las opiniones y de las acciones mis silencios son adecuados, incluso menos de los que a veces debería, en el plano de los sentimientos no es así. Soy un cobarde sentimental refugiado tras una máscara construida a lo largo de años. ¡Basta ya! No quiero usar más esta máscara, pesa demasiado. A ver si puedo ir quitándolo capas hasta llegar a mi verdadero ser e ir diciendo esas palabras hasta ahora nunca dichas.
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